
Apelando a mi naturaleza analítica, buscaré describir el fenómeno para que mi pájaro favorito pueda opinar.
Empecemos con el momento en que el Sol nos entrega una luz opuesta a cualquiera de las tres que alabaré: al mediodía en verano, no es una luz fea, pero nunca tan mágica, más blanca, es una luz que lo alcanza todo. En esta posición (marcada en la imagen en el Trópico de Cáncer) los rayos del Sol llegan de forma perpendicular a la superficie de la Tierra, y la percibimos vertical, llega directa a todos, es democrática, y no es que yo sea antidemocrática ¿Pero a quién no le gusta sentirse especial, sobre todo si es por un momento (porque de la misma manera nos gusta pertenecer, creo que trataré eso en otra fecha)? Y justamente eso nos dan las luces del invierno, del amanecer y del atardecer, con sus luces horizontales, paralelas a la tierra como aquellos rayos que en la imagen se ve cada ves más al sur, momentos esfímeros a causa de las nubes, o la curvatura de la Tierra, donde unos rayos saltan todos los obstáculos (ya que al ser más horizontal, las sombras son mas largas y hay más objetos en el camino que las causen) y nos ilumina el rostro o el rostro de los que queremos con ese amarillo que opaca el oro y complace los sentidos elados por el frío del invierno, de la noche pasada, o de la noche por venir.

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Pero aunque el mismisimo Sol bajara pretenderme / seguiria prefiriend a un ave que no puede volar